Merecen especial atención un reducido grupo de estaciones que en los primeros tiempos del ferrocarril fueron cabecera de línea, como son los casos de Córdoba, cabecera de las líneas Córdoba-Málaga y Córdoba-Sevilla cuyo otro extremo fue Sevilla-Plaza de Armas, o Sevilla-San Bernardo cabecera de la línea Sevilla-Cádiz.
Estas estaciones, generalmente ubicadas en capitales de provincia, fueron dotadas de edificios más o menos suntuosos para el tráfico de viajeros, grandes playas de vías para las mercancías y depósitos o reservas de locomotoras.
Cuando la red se fue extendiendo, varias estaciones intermedias adquirieron la categoría de «grandes estaciones» al convertirse en cabecera de líneas secundarias y buen ejemplo de esto es Bobadilla, en la línea Córdoba-Málaga, al situarse en ella el punto de arranque de las líneas hacia Algeciras por un lado y Granada por el otro, lo que generó un incremento espectacular del tráfico de mercancías y de viajeros, que allí cambiaban de tren entre los procedentes o con destino Córdoba, Sevilla, Málaga, Granada y Algeciras, lo que se conoció como la «Estrella de Bobadilla».